
!Feliz 28!
Salimos de Lima a las 10:45 am del sábado. Habíamos comido la noche anterior en Antika de Barranco. Se extrañaba a las gemelas y lo especial que son los momentos cuando estamos todos juntos.
Pasando el peaje nos paró la PNP, pidió los DNI’s a todos y una vez revisada la documentación nos dio pase a lo que sería un fin de semana de aquellos.
Nada más de ida las cosas ya eran distintas. No había drogas en el carro y el camino tenía el sabor novedoso que esta etapa nos empieza a regalar en cada paso, que parece no terminar de sólo ser presente.
Llegando a Pulpos nos renovamos con la casa preciosa, un rato entre amigos, frente al mar, sintiendo frío en la piel –riquísimo- y aroma de café recién hecho, un cigarro, una terraza, un segundo de plenitud, un minuto de agradecimiento, un momento que nunca se acabó.
Subimos a la camioneta, pusimos algo de música, y empezamos el camino hacia Azpitia. Camino que nos llevaría hasta el “Balcón del Cielo” y unos camarones en todas sus formas posibles. El día era gris y frío y estábamos muy alegres, parecía verano y la fiesta la cargábamos de puras ganas. ¡Tragamos!
Regresando a Pulpos paramos a comer unos helados en Ovni, a la altura de Chilca. Una lúcuma fresca que se derretía de rica en la boca de quienes tuvieran la bendición de probarla.
Compramos, no sólo helados, sino también otros postres, que nos comimos en el camino hasta llegar de nuevo a la casa de donde habíamos partido hacía unas horas.
Un baño en el mar helado me devolvió la emoción mientras jugaba en el agua con Álvaro y Antonio y veía hacia el horizonte a Bruno en ola cerrando un cuadro de amar.
Luego vendría el atardecer, los pájaros y los colores que sólo pinta la existencia cuando la sabes mirar. Reflexión, café y un poco más.
Partimos a San Antonio, eran las 7 y 45 pm y esto recién parecía empezar. El camino estuvo lleno de risas, Bruno y yo realmente nos estábamos vacilando, como cuando fuimos solos en ASIA a caminar y vimos el sunset desde la huaka, extrañe un toque a “la más guapa”, que no me hace caso ni cuando no está.
La parrilla estaba caliente, casi lista, cuando llegamos sin nada. Lucho nos ofreció unos chorizos y poco a poco nos convertimos en los invitados de honor. Por lo menos comimos como si lo fuéramos. Antonio se bajó media ensalada y unos 4 pedazos de carne, sin exagerar, además de los chorizos ya comprometidos por ofrecimiento. Un detalle que no pudo pasar inadvertido, esa noche, fue la belleza sencilla y elegante que tiene Claudia. Gracias.
Quedamos nuevamente sorprendidos y disfrutamos a carcajadas, como se merece la vida.
Del regreso a casa esa noche, ni que agregar. Era todo lo que necesitaba para saber que vale la pena intentar.
Relajadazos, con los asientos reclinados, Antonio me dijo:
“Me siento de la puta madre. Nunca antes me sentí así. Estoy tranquilo y agradezco por eso…de verdad”.
Yo andaba emocionado, mirando las siluetas de las cabezas y hombros y los perfiles de Bruno y Álvaro conversando de música como viejos amigos de vuelta a casa, sin prisa, como si para todos y lo era, ese fuese el mejor lugar del mundo porque alguien lo había querido así.
La noche estaba fría, como la tarde, pero nos esperaba un rato de conversación que animaría los motores del alma y el jacuzzi sería la excusa perfecta para seguir agradeciendo de tanto regalo este 28 de julio.
El agua burbujeaba caliente y los cuatro parecíamos más niños que nunca. Agradecimos, disfrutamos del aire libre, el sonido cadencioso del mar y los coqueteos de “Tooony”.
Después, el descanso para algunos y la tele para otros, sirvieron de cierre para una experiencia espectacular.
En la mañana, desayuno en Sarita, después de leer El Comercio, y disfrutar la brisa en el balcón.
Las reflexiones frente el mar, un día soleado de verano en pleno invierno, las poltronas, la llamada a las chicas de Charlotte y todo lo que compartimos, por permitirnos intentar, fue de lujo, como para decir ¡Feliz 29!
De regreso a Lima nos quedamos con todo. Nos llevamos cada uno a su manera una emoción para toda la vida.